El desprendimiento, el arma indispensable del devoto del Sagrado Corazón de Jesús (III)

El desprendimiento respecto a nosotros mismos

 

El desprendimiento debe ejercitarse, ante todo, en lo que se refiere a nosotros mismos, es preciso que abarque todo nuestro ser. Ninguna potencia de nuestra alma, ningún sentido de nuestro cuerpo, puede sustraerse a su acción. Cuando se ejercita en lo que toca al alma toma, ordinariamente, el nombre de abnegación; Cuando este desprendimiento se aplica al cuerpo, recibe, más comúnmente, el nombre de mortificación.

 El desprendimiento respecto al alma, la abnegación.

La abnegación consiste en sustraer todas las facultades de nuestra alma al imperio de las criaturas, para someterlas a la acción soberana del amor del Sagrado Corazón. Santa Margarita nos lo va a enseñar con sus escritos y con sus ejemplos.

 

Enseñanzas de Santa Margarita

Veamos, ahora, las lecciones que Santa Margarita nos ha dejado sobre la manera de practicar la abnegación en la inteligencia, en la memoria, en la sensibilidad y especialmente en la voluntad.

Dice la Santa que se empiece por mortificar la inteligencia, esforzándose por cercenar, no sólo los pensamientos y reflexiones malos o peligrosos, sino hasta los inútiles.

“Para asemejarnos a Jesús en el Santísimo Sacramento, dice, y transformarnos completamente en Él, es necesario quitar a nuestro espíritu toda curiosidad, sobre todo en lo que se refiere al prójimo. El Sagrado Corazón quiere que le sometamos nuestro juicio; que nuestro entendimiento  no tenga curiosidad más que para conocerle, y que nuestro espíritu esté siempre atento para adorarle.”

En segundo lugar, hay que mortificar nuestra memoria trabajando por desterrar todo recuerdo inútil de las criaturas, sobre todo, de nosotros mismos.

“Yo creo, decía la Santa, que el Sagrado Corazón os hará grandes favores, si tenéis el valor de seguirle en un completo y perfecto olvido de vos mismo. Renunciaos, pues, y lo encontraréis todo; olvidaos completamente de vos mismo, y el Señor pensará en vos; abismaos en vuestra nada y le poseeréis.“

El campo donde por lo común tienen lugar todos los combates, que la abnegación debe sostener en nosotros mismos, es aquella facultad que los teólogos llaman apetito o sensibilidad, y que ejerce su acción con ayuda de las pasiones.

Las pasiones, que la Santa designa ordinariamente con el nombre de inclinaciones naturales, son medios de salvación si son reguladas por la razón y por la fe; pero son los más peligrosos enemigos del amor del Corazón de Jesús si son abandonadas  a su natural ímpetu. El cristiano que quiera entregarse al servicio del Sagrado Corazón  debe, por consiguiente, dedicarse a contenerlas entre los saludables diques de la abnegación y mortificación.

“Trabajemos animosamente en la verdadera mortificación de nuestras pasiones, escribía Santa Margarita. El Sagrado Corazón de nuestro Señor quiere que no vivamos según nuestras naturales inclinaciones, sino que trabajemos eficazmente en mortificarlas. Entendamos que la virtud no se practica sin trabajo y que no podemos salvarnos sin trabajos y sin sacrificios; pero ¡por un instante que dura la pena, una eternidad de recompensa!”

Decía a sus novicias: “Sabéis que no podéis andar por el camino que el Señor os ha trazado, sino por medio de una continua renuncia de vosotras mismas y de todos los movimientos apasionados que os inclinan  a las criaturas. Muriendo a todas estas inútiles inclinaciones, Jesucristo vivirá en vosotras. Este desea que le hagáis el sacrificio de cuanto la naturaleza le disputa, y que sufráis en espíritu de penitencia cuanto se oponga a vuestra inclinación. Por este medio fácilmente llegaréis a ser excelentes religiosas.”

“Por el deseo que tengo de que seáis toda de nuestro Señor Jesucristo, contestaba a una novicia, quiero deciros una palabrita. Me parece que desea de vos gran fidelidad en sacrificarle lo que os dé a conocer serle más agradable, por mucho que os cueste. Elegir siempre para vos, cuando se os permita, lo peor y lo más repugnante a la naturaleza, a la que es preciso contrariar en cuanto podamos; acordándonos de que no se llega a ser Santos sino humillándose, renunciándose asimismo, mortificándose; en una palabra, crucificándose  en todo y por todo.“

De todas las facultades del alma, aquella que debe tener la principal parte en la práctica de la abnegación es la voluntad. Esta reina de las facultades humanas debe imponer a las pasiones, a la memoria, a la inteligencia e imponerse a sí misma la saludable ley de la abnegación. Como la voluntad es la principal guarida donde se esconde el amor propio, es preciso que en ella misma ella persiga a este irreconciliable y pérfido enemigo del amor divino.

“El Sagrado Corazón nos ama y desea salvarnos, dice Santa Margarita; para ello no hace falta más que el sacrificio de nuestra voluntad, conformándonos con el divino Corazón en el Santísimo Sacramento. En efecto, nuestro Señor quiere que llevemos una vida de amor y de privaciones; que vivamos sacrificados a su adorable voluntad en todas las disposiciones que tome sobre nosotros, y que nuestro corazón sea todo fervor para amarle sin otras miras y reflexiones que las de agradarle.

Me parece que esto es muy agradable a Dios: hacerle tantos sacrificios de nuestra voluntad como ocasiones nos proporcione; quebrantar y contrariar nuestra voluntad hasta que la sometamos enteramente a la voluntad divina destruyéndola y aniquilándola para que reine el Corazón de Jesús en nosotros, porque el apego a nuestra voluntad desagrada a Dios.“

“El Sagrado Corazón lo repito, para salvarnos, quiere el sacrificio de nuestra voluntad. Él es fuente inagotable de misericordia, la cual no busca sino  derramarse en los corazones vacíos, libres de todo afecto, con el fin de estar siempre prontos a sacrificarse a su voluntad a pesar de cuánto puede costar a la naturaleza. Hagamos, pues, lo que Dios quiere de nosotros para establecer su reinado nuestro corazón.

Para resumir en pocas palabras toda la práctica de la abnegación, procuremos hacer todas nuestras acciones con la pureza de intención del Sagrado Corazón de Jesús, al que nos uniremos al principio de todo cuanto hagamos.”

¡Oh vosotros, los que aspiráis a ser contados entre los servidores y verdaderos amigos del Sagrado Corazón, recordad que no lo lograréis sino por medio de la abnegación! Ved, pues, como la prácticáis con vuestras pasiones, vuestra memoria, vuestra inteligencia y vuestra voluntad. Los recuerdos de la memoria, los pensamientos de la inteligencia, y sobre todo, los afectos y deseos de la voluntad, ¿están en conformidad perfecta con el Corazón de Jesús?

“¡Que dichosas son las almas, exclama la Santa, que viven enteramente perdidas y anonadadas en el divino amor del Sagrado Corazón por la absoluta conformidad con este divino Corazón y por el entero abandono en su providencia!”

“En cuanto a mí, añade ella, nada tengo que cuidar de mí misma, ni de todo lo que le plazca a mi Soberano hacer de mí y en mí; porque me ha enseñado que jamás me negará sus cuidados, sino cuando yo me entrometa en ello; lo que muchas veces he experimentado por mi infidelidad, haciéndome ver cómo quedaban fallidos mis deseos. Mas yo no tengo otro deseo que hacer su voluntad según lo que tantas veces me ha dicho: déjame hacer.

Del libro El Reinado del Corazón de Jesús(tomo 1), escrito por un P. Oblato de María Inmaculada, Capellán de Montmartre. Publicado en Francia en 1897 y traducida por primera vez al Español en 1910.