Cualidades del amor al Sagrado Corazón que se refieren especialmente a la pureza del corazón

Jesús con un niño

Consideraciones generales sobre los treinta y tres caracteres del divino amor.

            Los escritos de Santa Margarita María tienen este doble fin: “Dar a conocer cuál es el amor del Corazón de Jesús para con nosotros y cuál debe ser el nuestro para con Él”

Así como echó mano de treinta y tres símbolos y de treinta y tres títulos particulares para iniciarnos en el conocimiento del amor del sagrado Corazón para con nosotros, de la misma manera indica treinta y tres cualidades principales como rasgos distintivos de nuestro amor para con Él. Pueden reducirse a tres puntos principales, designados en la siguiente sentencia:

“He aquí, dice la Santa, una cosa que este adorable Corazón pide a sus amigos; a saber:

“Pureza en la intención, humildad en la operación y unidad en la pretensión.

            No dudo que vos comprenderéis esto mejor que yo. “

Según este divino programa, trataremos de las cualidades que se refieren más especialmente a la pureza del corazón o de intención.

Ante todo debemos advertir tres cosas importantes:

1ª_No nos ha sido posible seguir en la clasificación de estas cualidades el orden de dignidad y gradación ascendente; todas brillan con resplandor incomparable, como otras tantas perlas preciosas, sobre el manto real de la caridad, hija del Rey del cielo, que transforma el alma con él cubierta en reina de gloria, a la cual se puede aplicar esta frase del Rey Profeta : “Toda la hermosura de la hija del Rey está en el interior; está adornada de franjas de oro y de pedrería  variada.

2ª_No hay que buscar una diferencia claramente distinta entre los diversos caracteres del amor del Sagrado Corazón siéndole imposible decir lo que sabía ni sentía sobre este asunto, Santa Margarita recurrió a los calificativos que le parecían más expresivos y variados, informó lo que se podría llamar letanías de la divina caridad.

3ª_ Al estudiar este admirable programa de perfección trazado por la Sierva de Dios, tenemos que precavernos con cuidado  contra el peligro del desaliento.

En efecto; muchos cristianos, a leer estas páginas, se verán tentados de decir: “Si para amar al Corazón de Jesús hay que reunir todas estas cualidades, yo debo renunciar a adquirir este amor; es inútil hacer la prueba; yo nunca lo conseguiré.” Almas cristianas, guardaos de semejante razonamiento. Sin duda ninguna , la plenitud de la perfección del amor al Sagrado Corazón exige estas diversas cualidades; no obstante, se puede amar verdaderamente a este divino Corazón sin tenerlas todas, al menos en toda su extensión.

La Santa nos propone el fin a donde hemos de llegar, el modelo que copiar y el programa que realizar, pero todas las cosas tienen su principio.

Al empezar no pretendáis el amor de los perfectos; contentaos con el de los principiantes; antes de ser maestro hay que ser aprendiz. Ensayadas suavemente, pero con perseverancia. Y, sobre todo paz, porque el amor divino es una gracia que hay que solicitar por medio de la oración; esto es todo lo que os pide el Corazón de Jesús. Contento este divino Corazón de vuestra buena voluntad, por cada esfuerzo de hagáis, por cada deseo sincero que expreséis de amarle, os concederá una nueva gracia que os hará crecer en su amor. Si no llegáis aquí abajo al amor de los perfectos, ciertamente le poseeréis en el cielo.

1._ El amor para con el Sagrado Corazón debe ser timorato, debe inspirar un temor filial de todo lo que pueda conquistar a este divino Corazón.

“He aquí lo que vuestro Esposo crucificado parece querer deciros, dice la Santa a una de sus novicias de Paray: Hay que huir, no solamente del pecado, sino de toda imperfección voluntaria que pueda manchar, por poco que sea, la pureza de vuestro corazón, el cual debe ser el trono de vuestro amado, devolviéndole amor por amor con la fidelidad que Él os hará conocer serle más agradable.”

Aunque el alma consagrada al Corazón de Jesús debe huir de toda imperfección voluntaria, es menester sobre todo que se aplique especialmente a la pureza de intención.

2._El amor al Sagrado Corazón pide gran pureza de intención.

“El amable Corazón de Jesús, qué me impele sin cesar a amarle: pide la pureza  en la intención. Quiere que en todas las cosas no miremos más que a Él solo y los intereses de su gloria; que con un perfecto olvido de nosotros mismos hagamos todas nuestras acciones por Él.”

3._El amor al Sagrado Corazón debe ser sencillo, sin doblez ni rodeos, sea en las palabras, sea en las obras.

“El amable Corazón de Jesús quiere ser amado sin fingimiento, con franca y amorosa voluntad. “ (Extraído de una carta a una novicia)

“Tomemos por divisa: Amor en nuestro corazón, sencillez en nuestro espíritu y en nuestras palabras, para poseer la amable sencillez del niño que el Sagrado Corazón quiere en nosotros.”  

Conforme al consejo, que la Madre Greyfié le había dado, la Santa “no hacía caso de sus miras particulares ni de las reflexiones contrarias a la sencillez del divino amor; no miraba más que a Dios”.

Jesús con un niño

4._El amor al sagrado corazón debe ser puro y sin mezcla.

Este foro celestial no soporta ninguna aleación; excluye todo afecto  desordenado a las criaturas.

“¿Queréis saber lo que hay que hacer para amar al Sagrado Corazón de nuestro amable Jesús?, escribía la Santa a diversas personas:

Este divino Corazón quiere ser todo para nosotros. Quiere ser nuestro único amigo, nuestro apoyo y nuestro contento. Quiere que de ninguna manera busquemos eso entre las criaturas.

Nuestro corazón no se ha hecho más que para Dios, y nos debe llenarse más que el puro amor de Dios. ¡Desgraciado el corazón que se contenta con menos que Dios, y se deja abrasar de otro fuego que el del puro amor divino, que no puede sufrir ninguna mezcla!

¿Qué recelamos para disputarle así el entero sacrificio de nuestro corazón? Este corazón ya es suyo; pero quiere Él poseerle sin compañía, es decir, vacío de todo; nuestro corazón es tan pequeño, que no puede contener dos amores; habiéndonos creado sólo para el amor divino, no tiene descanso cuando hay alguna mezcla. Espero, pues, que este amor os animará más y más.”

“Puesto que queremos tener el amor del Sagrado Corazón de nuestro Señor en nosotros, añade, no hemos de tener a afectos demasiado solícitos por ninguna criatura, sino todo para este amable Corazón. Tenemos que vaciar y despegar nuestro corazón de estos afectos; no hemos de tener apego a nada por santo que nos parezca.  El Sagrado Corazón quiere poseer nuestro corazón despojado de placer; de consuelo, de amigos, de talento y aun de virtud desde el momento que Él nos lo quite, debemos permanecer contentos y conformes con su santísima voluntad. Porque todo lo que se pega a nuestro corazón nos roba a Dios, nos aparta de Dios y de su puro amor. El Corazón de Jesús quiere que renunciemos a toda vana satisfacción para vivir en perfecto desasimiento; difícilmente reinará el amor de este divino Corazón en el corazón donde reina el placer. “

“Este Sagrado Corazón no quiere que busquemos consuelo fuera de Él. Es más, cuando nos los de, debemos sacrificarlos renunciándolos, no pegarnos a nada, estar despojados de todo. Cada vez que hagamos alguna práctica de mortificación, digamos: ¡Oh Sagrado Corazón!, muero a este placer para no vivir más que para vuestro amor.”

“Creo que si os aplicáis un poco a considerar todo lo que esto significa, lo comprenderéis mejor que yo puedo explicároslo. Solamente añado que me parece que debéis vaciar nuestro corazón de todo.”

“Por lo que a mí toca me contento con amarle únicamente; quiero que todo mi ejercicio sea abrasarme en estos santos; después, este divino Corazón amará por mí todo lo que quiera que yo ame. Al presente Él es toda mi ocupación, sea en la oración, sea en otras partes.”

“Así  como las cosas no tienen descanso sino en su centro, y cada uno busca el que le es propio, nuestro corazón debe estar todo abismado  en su centro, que es el Corazón humildísimo de Jesús.”

“¡Dichosas  las almas que no tienen más mira, más amor y pensamientos que por este único Amigo de nuestros corazones! Pidámosle esta gracia y tomemos por divisa:

¡Todo para Dios, nada para mí!

¡Un solo corazón, un solo amor, para un solo Dios!

¡Mi Dios, mi Único y mi Todo, Vos sois todo mío; yo soy todo de Vos! Amen.”

Al oír este lenguaje, podrán decir muchos: no me convienen semejantes lecciones; estas cosas son solamente para ciertas almas privilegiadas; ¡preocupación funesta que aleja de la perfección a gran número de personas!

Efectivamente; el desprendimiento pertenece a la esencia misma de la vida cristiana. Nuestro divino Salvador dice a todos sus discípulos: “Nadie puede servir a dos señores; necesariamente amará al uno y odiara al otro” (San Mateo, 6,24). No nos prohíbe, sin duda, los afectos legítimos; ¿no amó  Él mismo a su Madre y a sus amigos? Pero quiere que nuestro amor hacia Él sea preferido a todos los afectos creados y que estemos siempre dispuestos a sacrificar éstos, si Dios lo pide, lo que tendremos que hacer por lo menos en la hora de la muerte.

Entre los afectos, aquel que más contraría al amor divino es el excesivo amor a nosotros mismos.

5._El amor al Sagrado Corazón debe desterrar todo amor propio.

“Es preciso no tener ya afectos solícitos hacia nosotros mismos, dice Santa Margarita, sino que todo sea para el Sagrado Corazón, que quiere poseer nuestro corazón vacío de todo interés propio, en un profundo anonadamiento y entero olvido de nosotros mismos . Hagamos que todo tienda a este olvido y desprecio, a fin de perdernos en Dios para no acordarnos más que de Él y no buscar más que a Él en todas las cosas.”

“No puedo menos que deciros, escribía al Padre Croiset, que vuestra disposición me parece muy buena, porque os conduce al perfecto despojamiento de vos mismo para colocar en vos a Jesucristo.

Os digo con toda sencillez, como mi buena Madre, decía la humilde Hermana a la Madre de Saumaise, que jamás he sentido tan apremiantes deseos de amar a este Señor lleno de amor; deseos sin afectos, no obstante, porque este maldito amor propio lo arruina todo … ¡Ah, mi querida Madre, como me hace sufrir el que todavía no he empezado a amar a mi Dios ¡soy la más ingrata y la más infiel de todas las criaturas, pues llevo una vida sensualísima por el amor de mí misma. Todo me aflige y atormenta, a causa de que no puedo amar puramente a mi único amor. No tengo otras palabras que estas “¡Mi  Amor, mi Vida y mi Todo! ¡Vos sois todo para mí y yo soy todo para Vos!”

 

6._El amor al Sagrado Corazón debe ser sin reserva.

Esta sexta cualidad completa y explica las precedentes. Santa Margarita María escribe con este motivo:

El amable Corazón de nuestro buen Maestro quiere ser amado sin reserva; lo quiere todo en los que Él ama; no quiere corazón dividido; lo quiere todo o nada.

Puesto que este Sagrado Corazón nos ha amado y nos ama, en retorno procuremos corresponder a su amor, dándole todo el nuestro y llenándonos de su puro amor. ¡Amemos, pues, a este adorable Corazón! Pero amémosle siempre, sin excepción, en todas las cosas, por encima de todo y con un completo olvido de nosotros dice. ¡Si! Amémosle  con todo el amor de que seamos capaces con todo el ser que nos ha dado. Tenemos que darlo todo para tenerlo todo. ¡Que todo se doblegue ante este divino amor! ¿Por qué tanta reserva con este único amor de nuestras almas?”

Santa Margarita terminaba frecuentemente las exhortaciones que dirigía a sus novicias y a las Hermanas que vivían en su intimidad con deseos de este género: “¡Para  Dios, mis queridas Hermanas; pero todo para Dios sin reserva, que Él nos haga suyas para siempre! Para tener esta dicha, no regateemos mas con Dios, sino démoslo todo, sacrifiquémosle todo y el hará que todo lo encontremos en su divino Corazón. Lo tendremos todo poseyendo el Sagrado Corazón de Jesús, qué quiere ser todo para el corazón que le ama; pero esto no será sino sufriendo por Él. ¡Todo para el amor del Sagrado Corazón sin más restricciones! Este es el deseo de vuestra indigna Hermana.”

Del libro El Reinado del Corazón de Jesús (tomo 1), escrito por un P. Oblato de María Inmaculada, Capellán de Montmartre. Publicado en Francia en 1897 y traducido por primera vez al español en 1910.